Pues, sinceramente, no tengo ni la menor idea acerca de si “BuenAgente” va a terminar siendo un toro, una salamandra o un chimpancé. Es lo que tiene analizar un organismo durante los primeros estadios de su desarrollo embrionario, cuando aún no está claro el animal que acabará siendo. Durante las etapas iniciales del desarrollo fetal casi todos los mamíferos se parecen extraordinariamente, por lo que a simple vista es imposible saber si estamos ante el feto de un delfín, de una zarigüeya, de un ñu o de Alfredo Urdaci. Sólo posteriormente, a medida que el nasciturus va madurando en el interior del cuerpo de la madre, puede ir formándose una aleta dorsal, unas simpáticas orejitas saltonas, una cola larga y peluda, o una caradura espectacular. Si a los críticos televisivos se nos permitiera opinar acerca de las series de ficción españolas cuando éstas llevan varios meses de rodaje, podríamos entonces matizar con precisión el género taxonómico al que pertenece el producto, pero dado que es casi imperativo hablar de los estrenos en cuanto se estrenan...
Así que, tras la visión atenta del primer capítulo de “BuenAgente”, sólo puedo calificarla de “serie indiferenciada”, que es algo tan poco informativo como llamar “vertebrado” a un mamífero. Tiene actores como Arturo Valls o Arturo Molero que se mueven con dominio en el campo de la comedia clásica inteligente, -¿por qué, por qué me gusta tanto Malena Alterio?-, guiones que ni chirrian ni fascinan, y secundarios tutti frutti, -un poco de todo, para abarcar mucha audiencia, como siempre-, que merecen una segunda oportunidad. Que salga de ahí un husky siberiano, un gorila, un tigre dientes de sable o Ana Pastor lo dirá el paso del tiempo. Estaremos atentos para ver si comienza a desarrollar brazos ligeramente oblicuos desde la punta del hombro hasta el codo, una mandíbula protuberante, unos caninos sobredimensionados o un prodigioso talento periodístico.
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