En diciembre de 1926, la escritora Agatha Christie, ya famosa gracias a la publicación de “El asesinato de Roger Ackroyd”, su sexto libro de misterio, desapareció sin dejar rastro durante once días. Finalmente, la reina del crimen apareció en un balneario de Harrogate, al norte de Inglaterra, con el nombre de Teresa Neele, una viuda recién llegada de Sudáfrica. La señora Neele no sabía que era Agatha Christie, y algunos creen que su desaparición pudo haber sido un caso de fuga histérico-disociativa, un tipo de amnesia que sirve de escape de una situación intolerable (su madre había muerto y su marido le era infiel). Me gusta pensar que la creadora de Hércules Poirot y Miss Marple se encuentra de nuevo en plena fuga psicógena pero, en vez de alojarse en un balneario con el nombre de Teresa Neele, ha decidido pasar unos días en “Los misterios de Laura” (TVE-1) con el nombre de Laura Lebrel.
Teresa Neele se dedicaba en el balneario a bailar el charlestón y tocar el piano. La inspectora Laura Lebrel resuelve crímenes en “Los misterios de Laura” a la antigua usanza, sin necesidad de la ayuda de pruebas de ADN, carísimos laboratorios y detectives con exquisita formación científica. En el primer capítulo de la nueva temporada de “Los misterios de Laura”, la madre de Laura (interpretada por Beatriz Carvajal) hizo un chiste homenajeando una de las citas más famosas de Agatha Christie (“Cásate con un arqueólogo: cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”), el esquema de la serie recuerda a las novelas protagonizadas por Poirot o Miss Marple, el torpe aliño indumentario de Laura Lebrel nos trae a la memoria al teniente Colombo, la asombrosa habilidad de Laura para meterse en líos es parecida a la de Jessica Fletcher en “Se ha escrito un crimen” y el buen ojo de la inspectora para los detalles agradaría al Patrick Jane de “El mentalista”. Eso quiere decir que Laura Lebrel no es Temperance Brennan (“Bones”) ni Catherine Willows (“CSI”). “Los misterios de Laura” es un “CSI” de letras, y una excusa para que los espectadores nos permitamos una fuga disociativa a una serie de crímenes y misterio en la que no reina el ADN ni la bata azul.
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