En “La ruta del incienso” (Canal Viajar), la presentadora británica Kate Humble nos conduce desde Omán, Yemen y Arabia Saudí hasta Egipto, Jordania e Israel siguiendo la antigua ruta comercial del incienso. Es un viaje fascinante porque la palabra “ruta” y la palabra “incienso” ya son en sí mismas fascinantes, y porque los lugares que pisa la demasiado sonriente Kate son también fascinantes. Otra cosa es que “La ruta del incienso” consiga rascar un poquito la costra exótica que a veces nos impide ver qué hay debajo de los mercados de especias, del caos circulatorio de El Cairo y de la impresionante pirámide Keops. Kate Humble se queda en el exotismo sonriente, en los tópicos mal digeridos, en las pequeñas tribulaciones de una turista occidental y accidental y en la frivolidad más cutre.
Tras subir por la Gran Galería que conduce a la llamada “cámara del rey”, en la que se encuentra el sarcófago vacío, roto y sin tapa del faraón Keops, a Kate Humble y a su acompañante egipcia sólo se les ocurrió cantar una canción para aprovechar la asombrosa acústica de la sala. Uf. No sé si Kate se atrevería a probar la acústica de la capilla Sixtina o de Santa Sofía con la misma sonrisa con la que animaba a su acompañante a entonar una cancioncilla, o incluso con la misma alegría con la que aseguraba que no hay manera de entrar de forma elegante en el corazón de la pirámide de Keops (se suda mucho y hay que agacharse). Quizás Kate tenga el mismo problema que el gobierno de Berlusconi, que ha decidido poner el Coliseo en manos privadas. Diego della Valle, dueño de la empresa de zapatos Tod´s, se ha hecho con la exclusiva sobre la imagen mundial del Coliseo durante 15 años (prorrogables) a cambio de pagar 25 millones de euros, que es lo que cuesta la restauración del monumento romano. Un gran negocio. Para el dueño de la empresa de zapatos, por supuesto.
Kate Humble no entiende la pirámide de Keops y Silvio Berlusconi no entiende el Coliseo. No entienden porque no creen en el valor de la antigüedad. No aman ni a Egipto ni a Roma. Creer y amar para luego entender. Hay que empezar por ahí. Si no, terminaremos cantando en la pirámide de Keops y comprando zapatos en el Coliseo.
No creo que Berlusconi lo entienda. Pero yo creo que lo entiendo. Un arículo redondo como el coliseo y grande como la pirámide.
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