15/4/11

CHÚPATE ÉSA, LOCKE

¿Se han enterado? ¡Por fin se ha resuelto el acertijo de Molyneux, que llevaba 300 años sin respuesta! William Molyneux era un simpático medio fisiólogo irlandés que polemizaba con Locke acerca del conocimiento humano, y en una de las discusiones planteó un problema fascinante: "imaginemos una persona ciega de nacimiento que ha aprendido a identificar con el tacto un cubo y una esfera. Si esa persona comenzase a ver por primera vez y se le colocara ante ambos objetos, ¿podría saber sin tocarlos, únicamente por la imagen, cuál es el cubo y cuál la esfera?". Pues no. Investigadores del MIT, trabajando con niños indios ciegos de nacimiento que pudieron comenzar a ver gracias a la cirugía, se han encontrado con que estas personas no pueden adivinar si es una esfera o un cubo lo que están viendo hasta que no los tocan. Fascinante, insisto.

Y ahora a mí me ha dado por pensar: "imaginemos una persona ciega de nacimiento que lleva años escuchando en televisión a Jorge Javier Vázquez y a Eduardo Punset, a Ana Pastor y a Lidia Lozano, a Iñaki Gabilondo y a Jordi González. Si esa persona comenzase a ver por primera vez y le colocáramos ante distintas fotografías de las personalidades televisivas anteriormente mencionadas, ¿podría distinguir a simple vista cuál es cada uno de ellos?". A tenor de lo hallado por el MIT, parece claro que no. Esta persona vería la foto de Gabilondo y podrían pensar que es la persona a la que lleva años oyendo presentar "Sálvame"; vería a Lozano y se la imaginaría entrevistando a Ahmadineyad; podría creer que el presentador de "La Noria" tiene el pelo alborotado y aire despistado, mientras que el presentador de "Redes" tiene permanente cara de asco disimulado y suele mirar a la pantalla un poquito de lado.

Es díficil aceptar que un cubo y una esfera no puedan distinguirse a simple vista, pero es aún más duro negar que hay algo inherente en la imagen de Gabilondo que lo relacionada con la seriedad y algo inherente en la imagen de Jorge Javier que lo une a la basura. Pero Molyneux tenía razón. Chúpate ésa, Locke.

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