La TDT tendrá millones de fallos, pero nadie puede negarle la capacidad mágica que posee para hacernos volver a cualquier etapa de la vida que elijamos. Tengo delante de mí la programación que nos ofrece estos días y es semejante a tener delante de mí la biografía que he ido construyendo desde la cuna hasta la actualidad. Puedo, por ejemplo, volver a tener cinco años y estar sentado en el suelo delante de un televisor en blanco y negro. Boing ofrece desde hoy lunes la serie de dibujos animados "Don Gato", y volver a estar en 1970 es tan fácil como apretar el botón del mando a distancia y engancharme a las aventuras neoyorquinas del gato más cool de la ciudad, Benito, Demóstenes y el oficial Matute. Pero también puedo tener quince años cambiando de cadena. Puedo saltar de 1970 a 1980 sin moverme de Manhattan, sólo con cambiar de Boing a Popular TV y ver en "Kojak" a Telly Savalas resolver a golpe de chupachups cualquier asesinato cometido en Chinatown o Little Italy. Ahora tengo quince años, la televisión sigue siendo en blanco y negro, pero ya no la veo sentado en el suelo.
Toda mi vida en un día de programación de la TDT. Han pasado diez años y ahora tengo veinticinco. Puedo escoger entre "El príncipe de Bel-Air" (Neox) o "Cosas de casa" (FDF). Veo la televisión casi de pie, sin prestar atención. Me paseo por los nuevos canales privados. Es 1990 y no puedo imaginar que faltan pocos años para que empiece a escribir a diario sobre ella. Will Smith o Steve Urkell. Y FDF también comienza hoy a emitir los 236 episodios de "Friends", el nacimiento de la televisión actual, por lo que de nuevo resulta fácil saltar otros diez años en mi vida y darme un paseo por la mitad de mis treinta. Ross, Joey, Chandler, Rachel, Monica y Phoebe poblando el imaginario de un planeta al borde de un milenio en el que comienzan a extenderse los DVDs y se inicia el declive de la modernidad absoluta que supuso en su día los VHS.
Ahora tengo 46 años. Es 2011. Veo la televisión en el ordenador. Sintonizo "House" en Cuatro.
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