Euclides nunca lo supo, pero la geometría de la realidad y su belleza está atrapada en los fractales. Se trata de objetos formados por la repetición indefinida de una misma estructura, algo tan raro y a la vez habitual como lo puede ser un copo de nieve, la hoja de helecho o un monólogo de “El club de la comedia” (laSexta, domingos por la noche). Siempre igual, pero siempre distinto.
Los monólogos se repiten. Como los fractales, se pliegan sobre sí mismos, con una estructura infinitamente idéntica a sí misma, reiteran constantemente un mismo motivo para penetrar en los recovecos de la cotidianeidad. Así llegan a rebuscar en aspectos de nuestra vida que de otro modo se nos escaparían, desde la nueva cocina a la letra de médico. Este proceso iterativo los emparienta con los sistemas dinámicos del caos televisivo que nos rodea. Y de la misma manera que hay fractales que al repetirse indefinidamente llegan a tener más de una dimensión (como tiene la línea), pero menos de dos (como tiene el plano), los monólogos de la stand up comedy son más que un simple monólogo, y están a unas décimas de convertirse en diálogos hechos con una voz.
Antes de la stand up comedy, un monólogo era un discurso monolítico tratando de convencer al auditorio. El diálogo era superior porque involucraba dos voces, dos discursos que se entremezclaban y avanzaban juntos. Ahora podemos calibrar los monólogos de “El club de la comedia” calculando el grado en que el monologuista es capaz de establecer un diálogo con ese interlocutor silencioso que es el público. Así, anteayer Leo Harlem logró escapar de la línea unidimensional de “El club del chiste”. Imanol Arias no terminó de cuajar. Berto y Eva Hache dieron en la diana, como ya sabemos que saben. Y Carmen Machi tocó el cielo. Rompió la unidimensionalidad del monólogo y destapó que las revistas para tías están hechas por tíos en un discurso fractal en el que todos participamos sin tener que decir ni pío.
1 comentario:
Me sorprende la facilidad con la que en este artículo se relacionan temas tan diferentes entre sí como son los fractales y los monólogos. Muy bueno.
Pobre Euclides, lo que se ha perdido...
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