En “El gran diseño”, el último libro de uno de nuestros personajes favoritos de “Los Simpson”, Stephen Hawking, hay unas cuantas cosas curiosas, no sólo esa afirmación que tanto revuelo causó hace unos meses que aseguraba que la existencia del mundo no requiera la intervención de ningún dios. Ahí va una: cuenta Hawking que, según un análisis del filósofo John W. Carroll, no es lo mismo decir “todas las esferas de oro tienen menos de un kilómetro de radio” que decir “todas las esferas de uranio 235 tienen menos de un kilómetro de radio”. Las dos frases son ciertas y seguramente lo serán siempre, pero la primera no puede ser una ley de la naturaleza y la segunda sí. Ah, y les juro por las pilas de mi mando a distancia que este artículo va sobre televisión.
Se habrán fijado en la enorme cantidad de contenidos televisivos empalagosos, previsibles y tópicos que se acumularon en las cadenas de televisión en Nochebuena. Así fue siempre y seguramente siempre así será. Lo que nadie sabe es cómo de grande es la esfera que cada año forman estos contenidos navideños. ¿Qué radio alcanzó la esfera de los Alcántara en Nochebuena en La 1, Misa de Nochebuena en La 2, Nochebuena de chiste en Antena 3, Callejeros Nochebueneros en Cuatro, gala de Nochebuena en Telecinco y en laSexta Navy investigando crímenes por Nochebuena?
Nada hay en la naturaleza que impida que algún día exista una esfera de oro de un kilómetro de radio, aunque seguramente nunca la habrá. Pero si alguien quisiera formar una esfera de uranio 235 de un kilómetro de radio, se encontraría con que al llegar a los ocho centímetros de radio se autodestruiría en una explosión nuclear. En la esfera navideña de Nochebuena TVE amontonó tópicos y nostalgia sin ningún miramiento: el habitual capítulo navideño de “Cuéntame cómo pasó” salpimentado las buenas intenciones de ficción con buenas intenciones de carne y hueso. Bien, si no fuera porque luego La 1 descargó sobre nuestras pupilas y tímpanos tres enormes contenedores de Raphael, Rocío Dúrcal y Camilo Sesto que nos pusieron al borde del desastre termonuclear. Aquello no era oro y parecía tan inestable como el uranio 235. Y La 2 no ayudó nada con esa “Misa del gallo” que desde que se adelanta a las 10 de la noche se aleja de la hora en que despierta el gallo y se acerca a la hora en que se acuestan las gallinas. En Antena 3 cuatro capítulos de “Los Simpson” prometían una buena dosis de acidez amarilla, pero el predominio del color blanco navideño contribuyó a hacer la dulce esfera navideña aún más grande. El “Club del chiste especial Nochebuena” que vino luego se lo curró para llevarnos a los años de “Amar en tiempos revueltos”, pero empachaba sólo con que te pararas un rato allí mientras las otras cadenas pasaban a publicidad. En Cuatro, primero “Callejeros” nos hizo zampar unas cuantas cenas de Navidad. Luego la versión viajera nos llevó de la Navidad en Belén a la Navidad en casa de Papá Noel. O era el mareo por tanto viaje después de tanta cena o era que la esfera navideña comenzaba a temblar peligrosamente. Telecinco recurrió al tópico más terrible que la televisión puede encerrar tras cuatro letras: “gala”. Una interminable gala con pareja de presentadores en plan jijí jajá dando paso a colaboradores jajá jijí y a actuaciones que helaban la sangre y recalentaban la esfera poniendo al “homo videns” al borde de la extinción. “Navy: investigación criminal” parecía ofrecer refugio en LaSexta, pero era sólo una tapadera que tras los crímenes cotidianos ocultaba un espíritu navideño horrendo con un núcleo atómico altamente inestable.
Algunos chiflados creen que el Gran colisionador de hadrones del CERN puede crear un agujero negro que se zampe la Tierra. Pero tal vez la amenaza esté más cerca, en el material del que están hechos los sueños televisivos navideños. Es más barato que el oro y más peligroso que uranio 235. No sé cuál será la masa crítica necesaria para que se dispare una reacción en cadena y lo lejos que estamos de alcanzarla, pero, por favor, el año que viene, cuando Raphael empiece a hacer crecer la esfera con “El tamborilero”, apaguen la tele y canten en casa. Da igual que lo hagan mal y desafinen: es mucho más seguro.
Yo como solución propondría no ver la tele, aunque, claro, eso implicaría que te quedases sin trabajo... jeje
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