La poderosa industria del tabaco no se rinde. Estos días redobla sus esfuerzos para que no entre en vigor la nueva ley que regulará el consumo de ese producto que venden con tanto cariño a sus clientes que no especifican los ingredientes que lo componen para que así libremente puedan seguir sin saber qué fuman ellos y sus alrededores. Usados como arietes, los hosteleros (a los camareros les toca callar) intentan que la ley se atenúe o no se aplique en enero. Hay que tener en cuenta, dicen, los efectos secundarios que tendrá su aplicación. Pues a eso vamos. Porque si la Ley seca la armó buena creando a Al Capone sin pretenderlo, la nueva ley que regulará el consumo del tabaco puede hacer el aire más respirable acabando con “Gran hermano” de carambola.
Con la actual ley los concursantes de “GH” tienen que salir de la casa a fumar al jardín, donde hablan de sus naderías con una cámara pegada al cogote. Pero es que con la nueva regulación no se les puede ver fumar en ninguna parte. En ninguna. Ni en el salón, ni en el jardín, ni en el baño, ni en ningún sitio. Ni dentro ni fuera. Y no me imagino a la panda de frikies que participa en estos concursos recubierta de parches de nicotina como si fueran Krusty el payaso. Ni haciendo edredoning con colchones ignífugos para ocultar fuegos y ardores diferentes a los que ocultan ahora. Ni me los imagino tramando alianzas ilegales con un cigarrillo encendido para que la cadena, ¡ojo con la multa!, no pueda mostrar en pantalla lo que maquinan. Ni me cuadra un reality armado sólo con frikies no fumadores. Así morirá “GH”. Y, de rebote, también en “Fama revolution” van a tener que vivir una revolution de verdad sustituyendo el tabaco que acompaña los momentos de cotilleo por la onicofagia, algo mucho menos cool que va a dejar vacíos los clubs de fans que alimentan a la bestia.
Aire limpio. Va a molar salir a tomar algo sin preocuparse de que la tele del bar pueda obligarte a ser televidente pasivo de “Gran hermano”.
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