Formo parte de la última minoría, del único grupo que todavía no merece ninguna consideración por parte de nadie. Todas las opciones sexuales ya se han ganado un respeto. Todas las opciones políticas. Todas las religiosas. Si defiendo comer únicamente vegetales caídos de la planta porque opino que el hombre no tiene derecho a arrancarles sus frutos a los árboles, el Estado se preocupará de ofrecer a mis hijos esa clase de alimentación en las escuelas públicas. Si opino que los extraterrestres construyeron las pirámides de Egipto y sometieron a los faraones a operaciones de microneurocirugía, más les vale a los medios de comunicación no reírse de mis creencias. Si considero que comer con la boca es una convención social que perpetúa las estructuras opresivas del Estado y reclamo mi opción a introducirme el alimento por las fosas nasales como apuesta alternativa contra lo establecido, encontraré defensores entusiastas que se ganarán los aplausos del público con su verbo encendido. Pero si no me gusta la Navidad, si no soporto tal inundación de las cursilerías y las horteradas más revenidas, si ver al reno Rudolph y contárseme la digestión es todo uno, entonces ya me pueden ir dando mucho durante estos días, pues nunca se ha visto bajo el Sol que a nadie se le haya ocurrido la posibilidad de que exista alguien como yo.
Pero existe alguien como yo. Por ejemplo, yo. Y voy a buscar durante los próximos siete días un programa de televisión, uno, en donde los navideñescépticos no seamos tratados como las patatas con la forma de la cara de Richard Nixon, las bacterias que respiran arsénico o los huevos de dos yemas. Voy a buscar entre maratones nada atléticos, especiales nevados de todas las series, ñoñerías de escaleta basura en los informativos y spots publicitarios obsesionados con la dimensión olorosa del amor. Dentro de siete días les cuento si la gente como yo existimos durante esta semana. Qué carajo, se lo cuento ya: no, no existimos. Hasta el año que viene no volveremos a ser parte de la sociedad de la que somos parte.
5 comentarios:
Reconozco mi comportamiento ovejil en este sentido, pero sí que se ve gente que rechaza estas fiestas, o que las ocnsidera un recurso de "El Corte Inglés" para evitar el miedo a la muerte y explicar lo que no se entiende. La figura del "Grinch" es tan americana y tan navideña como el propio orondo nórdico vestido de rojo y es defendido por muchos como el auténtico defensor de la razón durante estos días. Si le sirve de algo señor Rico, en mi casa no hay esmpumillón y la presencia del turrón sólo se explica por mi compulsiva adicción a los dulces.
Feliz Kwanzaa!
A mí no me da más por estas festividades, las cuales no sé de qué origen, tipo, categoría son. Pero el poder de la familia es eficaz y, por ello, dibujo postales de motivos navideños para mandarlas por correo, ayudo a preparar la cena de nochebuena (la comida de Navidad ya no porque el cuerpo y la mente no está para ello después de tanto frangelico), incluso llego a cantar villancicos con mis tías; todo ello con cariño y gusto.
Al final parezco una de las más fervorosas seguidoras de esta conjunción de acontecimientos pero, en realidad, no me dan más por ellas, je le promets.
Haz como George Costanza, yo, y muchos más. ¡Celebra el Festivus!
cuando era pequeñita no celebraba la navidad porque la actitud de mi padre para esa fiesta era de pasotismo total.cuando mi hija era pequeñita,la ayude a celebrarlo,porque no queria negarle una experiencia que yo no habia tenido.ahora mi hija tiene 12 años,pero desde hace 2 o 3,nos hemos dado cuenta de cuanta razon tenia mi padre.no odiamos la navidad como fiesta religiosa,como tampoco odiamos el ramadan o la ascension,pero nos fastidia mucho el "espiritu navideño" porque si,el felices compras,y el tener la obligacion de juntarse a comer o cenar,cuando podemos perfectamente juntarnos cualquier otro dia.asi que en estos dias en que la tele nos inunda con mensajes de felicidad,conectamos el disco duro y vemos a house, dexter(excelente la 5t) o cualquier pelicula que consideremos buena.señor rico,animo,no esta solo.
Hombre de poca fe!! Somos más de los que pensaba en un principio ¿eh?...Aunque no se refleje en la TV unos cuantos compartimos esa sensación de total indiferencia ante las costumbres, personajes y obligaciones de estos días...y por si no fuera suficiente no me ha tocado la loteria de NAVIDAD!!!...si que son largos los tentaculos del dichoso espiritu navideño.
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