La gala “Inocente, inocente” volvió a conseguir la noche del 28 de diciembre más de lo que se propone. Pretende y consigue recaudar dinero por una buena causa con un programa de televisión que no invita a salir corriendo, como hacen los tradicionales telemaratones navideños. Pretende y consigue ser un espacio rentable para Antena 3 porque le da buena imagen y logra una audiencia discreta pero digna. Pero, además, consigue sin pretenderlo desenmascarar la imagen endiosada de los famosos y ayuda a entender lo difícil que es mejorar el rendimiento académico de los jóvenes estudiantes que tanto los admiran.
En la gala hay bromas que no van más allá, como la que le hicieron a la modelo Eugenia Silva: preparaba carne de pollo en un programa de cocina cuando el plató fue asaltado por un comando de defensores de los animales. Viendo la broma, te ríes más o menos y ya está, eso es todo. Pero hay bromas en las que en vez de reírse apetece echarse las manos a la cabeza viendo que los famosos demuestran vivir aislados en su mundo con una total ignorancia sobre asuntos que cualquier ciudadano debería estar informado.
La actriz de la serie “Los protegidos” Ana Fernández cree que puede encender y apagar la iluminación de el Alcázar con sólo desearlo. El torero Óscar Higares cree estar ante una máquina del tiempo que descocina lo cocinado y rejuvenece a las personas. Los futbolistas Raúl Albiol y Álvaro Arbeloa creen que España tiene astronautas viviendo en el espacio, desde donde pueden tirarles un balón para que lo firmen. El futbolista José Antonio Reyes accede a que le cojan un cabello con el que fabricar un clon futbolista perfeccionado que le entregaría el 25% de las ganancias que obtuviera: sólo le preocupaba que no fuera su hijo. Ellos son famosos, los profes no. Ahora vete tú a clase y dile a los chavales que estudien para ser algo el día de mañana.
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