La serie “Big Bang” (TNT estrenó el pasado viernes la cuarta temporada) nos hace felices, pero eso lo sabe cualquiera que haya pasado cinco minutos con Sheldon, Leonard, Howard, Koothrappali y Penny. Hay muchas series tan divertidas como “Big Bang”, aunque pocas son capaces de hacer compatibles felicidad y placer. Me refiero al placer del conocimiento. No olvidemos que “Big Bang” está protagonizada por un físico teórico, un físico experimental, un ingeniero aeroespacial y un astrofísico que ejercen como tales, y una camarera (y aspirante a actriz) que actúa como contrapeso humano para introducir un poco de equilibrio entre la física cuántica, la serie “Star Trek”, los videojuegos y la comida tailandesa.
A Séneca le gustaba comparar el placer con las amapolas, que crecen en un campo de trigo sin haberlas sembrado. Puede que el placer no sea algo que se busque directamente, sino que se consiga además de la felicidad como si fuera una amapola en un campo de trigo. Estaremos de acuerdo en que “Bing Bang” es un campo de trigo y de felicidad, pero las referencias a la teoría de cuerdas, a Stephen Hawking, a la psicología conductista, a la Grecia clásica (maravilloso capítulo en el que Sheldon da a Penny una clase de física) o a la ingeniería espacial hacen que la serie sea también un auténtico placer científico. Las discusiones entre Sheldon y los demás acerca de las capacidades de Superman en nuestro planeta hacen más por la ciencia que mil campañas del Ministerio que ahora se ocupe de estas cosas. Si los desternillantes diálogos de “Big Bang” son el trigo, las referencias científicas son las amapolas.
Sí, ya sé que en una serie televisiva las amapolas no crecen solas, sino que son producto del talento de los guionistas; pero me gusta pensar que las alusiones a Schrödinger, a la materia oscura o a las ecuaciones de Richard Feynman (sus ecuaciones originales aparecen en un episodio escritas en la pizarra de Sheldon) son amapolas que surgen en medio de un campo de trigo. Felicidad y placer van juntos cuando las desventuras de Howard y su retrete espacial tienen base científica, y cuando el principio de indeterminación de Heisenberg se aplica a la vida cotidiana de unos cerebritos que, aunque trabajan en el Instituto Tecnológico de California, viven en un apartamento donde las amapolas crecen para nuestra felicidad y placer.
¿Por qué la gallina cruzó la cinta de Moebius?... para llegar al mismo sitio. ¡Bazinga!
ResponderEliminar¡Cosas como esas le alegran el día a cualquiera!
B R U T A L esta serie.
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