9/10/10
BELÉN ESTEBAN EXPLOTA
Belén Esteban explota. No es que tenga una crisis de nervios o que se enfade tanto que suelte por su boca todas las barbaridades que la cólera le dicta. No. Es que explota ella misma como lo hacen los huevos metidos en el microondas o los cócteles molotov arrojados contra la fachada del palacio del tirano. Mejor aún, como explota el hombre gordo de "El sentido de la vida" de los Monty Python. "¿Una chocolatina, señor?", "No, ya he comido demasiado", "Sólo una chocolatina más, señor...". Y explota. Y ducha con sus vísceras y sus fluidos a todo el restaurante. Así explota Belén Esteban. Está en "Sálvame", entre Kiko y Mila Ximénez, y le preguntan algo sobre las amantes de su marido. Y ella empieza a decir "Fran sabe que a mí..." y justo en ese momento explota. La deflagración alcanza todos los rincones del plató. Y el público presente queda completamente salpicado de sangre y jirones de tejido muscular. Y los contertulios son golpeados por los restos sólidos del cuerpo en explosión. Y Lydia Lozano se sacude de su ropa trozos de Belén Esteban. Y también lo hace Rosa de Benito. Y Matamoros. Pero no parecen sentir asco. Su gesto es divertido. Como el del público, que aplaude más que nunca agitando hilillos de bilis y jugos gástricos que cuelgan de sus manos. Y guapa. Y más guapa. Y te queremos Belén. Así, sin coma entre la oración y el vocativo. Y Jorge Javier Vázquez se encara con la silla en la que aún se halla el esqueleto desvencijado de la Esteban y la parte de los pies que no salió despedida al quedar retenida por las botas. Finge una preocupación que el brillo de sus ojos desmiente. Hombre, Belén, tampoco es para que te pongas así. Pero casi no se le oye ante los gritos excitados, frenéticos, metálicos, chirriantes, amarillos, cínicos, luminosos, inevitables, milenarios, interesados, culpables, crueles y carroñeros del público. Una semana después se publica una nueva encuesta: Belén Esteban ya no sería la tercera sino la primera fuerza política del país. Se plantea muy seriamente aspirar a la Moncloa.
Por fin, ¡por fin se cumplió mi deseo! Basta de poner velas a los santos entonces... Ahora, la única preocupación que me atormenta es, ¿a quién pondrán en su lugar, a la Campa?
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