Si se mirara con un microscopio bueno, pero bueno de verdad, el cerebro de los adictos a la telebasura, se encontraría que el mecanismo cerebral y las zonas del cerebro que se activan al ver compulsivamente telebasura son las mismas que producen las drogas duras como la cocaína o la heroína. Suena raro, pero no lo es. Hace meses que unos científicos estadounidenses muy listos publicaron en una revista especializada que habían encontrado justo lo mismo, pero aplicado a la comida basura. Y la comida basura es al gusto lo que la telebasura es a la vista. Se parecen en algo más que el apellido.
En ambas basuras se favorece el consumo de inmensas cantidades, cuantas más mejor, de toneladas de productos fabricados en serie a muy bajo coste. Todos con el mismo sabor uniforme del ketchup dulzón y la mostaza industrial. Todos fáciles de masticar y tragar. Y siempre acompañados por burbujas frescas y chispeantes en un refresco de cola o en una discusión prefabricada en el plató que estalla en la boca quedándose en nada cuando se traga. Siempre los mismos ingredientes y los mismos productos grasientos presentados en formatos cada vez más grandes. Y si esos científicos estadounidenses muy listos encontraron que el aumento de la obesidad coincide con un deterioro progresivo de los circuitos cerebrales de la recompensa igual al que existe en la dependencia a drogas duras, seguro que un microscopio de esos buenos que todo lo ve encuentra lo mismo para la telebasura.
Así que pongámonos a rezar para que los habituales proveedores de telebasura, con Telecinco al frente, no fallen y dejen a sus clientes desabastecidos. Circula por ahí el vídeo de una clienta de un McDonald’s que al comprobar que se han terminado los nuggets de pollo, se lía a puñetazos con la dependienta y rompe el cristal del establecimiento. Adictos a los nuggets por aquí no habrá muchos, pero los yonkis de “Sálvame” son unos cuantos.
Yo soy adicta a los nuggest jaja.
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