Hoy deberíamos dejar de hablar del Mundial del fútbol porque ya estuvo bien, pero antes desenmascararemos al pulpo Paul, que ahora dice que abandona el mundo de la videncia. Se trata de un pulpo capaz de gustarle a todos los españoles a pesar de no estar cocido con patatas, aceite y pimentón, capaz de hacerle sombra a Sara Carbonero a pesar de no ser ni la mitad de guapo, y capaz de conseguir que el baby boom que se nos avecina para dentro de nueve meses se bautice como Paul en dura pugna con otros nombres como David o Andrés.
Dicen que Paul adivinaba el resultado de los partidos, pero según acaba de publicar el Consejo Superior de Investigaciones Manifiestamente Manipuladas (CSIMM) no es así. Fijándose mucho, pero mucho, en las imágenes de las grabaciones y gracias al botón de pause, han descubierto que el pulpo es un impostor. Todos las televisiones repetían ufanas que a Paul le encantaba comer el mejillón de España (con lo mal que suena eso) pero no se daban cuenta de que, en realidad, desde su posición no se ve bien qué bandera hay colocada en la urna en la que entra a comer. Es más, el pulpo ni siquiera se sabe todas las banderas del mundo ¡y sus cuidadores mantienen en secreto que confunde las de Holanda y Francia porque se parecen mucho!
Difundir que se puede predecir el futuro es una grave irresponsabilidad científica que el CSIMM ha desenmascarado. En realidad Paul siempre escoge la urna que está a nuestra derecha (a sus izquierdas según mira él, que tiene cuatro brazos zurdos). ¿Por qué lo hace? Porque en la otra urna vive un mejillón llamado John que emite ondas telepáticas para manipular el pensamiento del pulpo y obligarle a irse a comer el mejillón de la otra urna, que no tiene telepatía ni nada, el pobre. Así que dejémonos de admirar al Paulpo, que no predice el futuro porque eso es imposible, y reconozcamos el enorme mérito telepático de John el mejillón.
¡Qué recuerdos volver a leer algo del CSIMM!. A seguir con ello.
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