El Dios de las televisiones existe, eso ya lo sabíamos, pero no es infinitamente bueno. Así que dejémonos de pamplinas. Es malo como los Hermanos Malasombra, como la bruja Avería, como el señor Burns, como John Cobra. Cuando en el principio dijo: “Sea la parrilla televisiva y haya anuncios y programas según su especie para señorear en el día y en la noche”, no estaba de buen rollo. Al terminar no pudo ver que aquello era bueno ni de coña. Los filósofos se han estrujado las circunvoluciones cerebrales intentando explicar cómo podía ser que viviéramos en un mundo con muerte, terremotos, e inundaciones, creado por un ser omnipotente, omnisciente y bondadoso. Tiempo perdido. Les faltó un dato fundamental para darse cuenta de lo imposible de su tarea: haber visto el estreno de “I love Escassi” la noche del domingo en Telecinco.
“I love Escassi” es la confirmación de que hasta ahora la telebasura era mala en diferentes grados en relación a un programa infinitamente malo que antes sólo temíamos, pero que ahora ya conocemos. Esas mujeres comportándose como cachos de carne (Bender dixit), dispuestas a participar en un programa en el que el trofeo no es sólo un cacho carne de sexo contrario, sino que es precisamente ése, son un desafío insalvable para cualquier teodicea. Y ese hombre, precisamente ése, comportándose como la causa final de la conducta de unas mujeres desquiciadas hace imposible la existencia de una inteligencia bondadosa y creadora que pueda regir la vida de todas las criaturas.
Este es el resultado de “I love Escassi”: un programa que podía haber sido simplemente una birria más que hubiéramos podido despachar con una previsible ecolalia en espejo (“I hate Escassi”), ha hecho temblar los cimientos del Más Allá. Un universo televisivo que alberga un programa tan malo que uno peor no puede ser pensado ha de haber sido necesariamente creado por un Dios de las televisiones omnipotente, omnisciente, infinitamente malo y cabreado.
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