Atención, pregunta: ¿cuál es la diferencia entre la final de la Copa del Rey de baloncesto (tarde del domingo en La 2) y "Doce hombres sin piedad" (noche del domingo en MGM)? Pues muy sencillo: que la final de baloncesto entre el Regal Barcelona y el Real Madrid perdería gran parte de su interés si se supiera de antemano todo lo que va a ocurrir, mientras que "Doce hombres sin piedad" mantiene todas las almas en vilo a pesar de que sabemos detalle a detalle de la trama todo lo que va a ir sucediendo en la cancha de juego que es la sala de deliberaciones.
Y eso que la versión de "Doce hombre sin piedad" que pudimos ver anteayer no era la histórica adaptación que realizó Sidney Lumet en 1957 y que se convirtió de inmediato en película de culto para todos los que cultivan las películas, -ni siquiera era ese "Estudio 1" español absolutamente inolvidable de 1973 dirigido por Gustavo Pérez Puig; grandísimo José Bódalo, grandísimo José María Rodero, ¿cómo es posible que hayan caído en el olvido de esta manera?-. El domingo nos enteramos de que existía también una versión de 1997, hecha por William Friedkin con modestia para su pase por los circuitos de televisión, aunque contando con el protagonismo de Jack Lemmon casi igualando a Henry Fonda y actorazos como George C. Scott o James Gandolfini entre los miembros del jurado.
Pero dio igual. Si nos hubiéramos encontrado con ese telefilme en medio de un zapeo sin saber cómo el jurado número 8 iba a ir convenciendo a todos los demás de la inocencia del acusado hubiéramos continuado apretando el botón del mando a distancia. Para detenerse en el "Doce hombres sin piedad" de 1997 hace falta tener la certidumbre de que se ha encontrado por casualidad uno de los mejores guiones de la historia del cine. Para detenerse en el Bizkaia Arena hace falta tener la incertidumbre sobre el resultado final del choque entre Madrid y Barcelona. Los diez baloncestistas sin piedad no pueden tener el guión escrito de antemano, pero Jack Lemmon se lo puede permitir.
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