19/2/10

ANDREÍTA Y LA TARTA DE MERENGUE

Aristóteles es mala persona: “Establecidas ciertas cosas, resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, otra cosa diferente”. A quién se le ocurre. O sea, que a Aristóteles le dices que todos los hombres son mamíferos y que todos los mamíferos son vertebrados, y va el sinvergüenza de él y por su cuenta y riesgo llega a la conclusión que todos los hombres son vertebrados, ¿de qué va?

Diez años lleva hablando Belén Esteban de su hija Andreíta. Diez años en los que España ve con horror que la señora tiene un contrato con Telecinco por el que trabaja, come y vive en determinados programas de la casa cuyo reino, ¡oh, dioses crueles!, no tendrá fin. Hace unos días, una de esas anodinas mañanas de diario en que los Servicios Sociales de todos los ayuntamientos velan para que los niños sean correctamente escolarizados por sus padres, Ana Rosa Quintana proclamó ufana que contaba con “las hijas de otras compañeras de la cadena” para entrevistar a Laura Esquivel, protagonista de una serie que emite la cadena que da de comer a sus hijos. Pues bien, cuando dijo a una de ellas: “¿Qué quieres preguntarle a Laura, Andrea?”, los desaforados aristotélicos todos que en España son, se pusieron a completar el silogismo como locos y llegaron a la conclusión de que aquella niña de 10 años era Andreíta sin pixelar.

“A ver si por ser Andrea Janeiro Esteban se tendría que quedar encerrada en una cueva. Nadie tenía por qué haberla reconocido” dijo ARQ al día siguiente del revuelo. Es más: “los padres tienen todo el derecho del mundo a que sus hijos estén o no en los medios, aunque yo prefiero que los míos no salgan”. Así sea: abandonemos el aristotelismo y llevemos a nuestros niños a la escuela, no vaya a ser que el día de mañana trabajen en el circo televisivo y, en vez de ser los jefes de pista, como es ARQ, les toque ser los payasos que reciben tartazos.

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