Belén Esteban es persa. Anne Igartiburu es ateniense. Y las campanadas de la última Nochevieja han sido la batalla de Maratón. El imperio de la telebasura vivía una etapa de expansión bajo el poder absoluto de Telecinco y necesitaba conquistar una plaza de altísimo valor geoestratégico: la retransmisión de las doce campanadas, en poder de la televisión pública desde los legendarios tiempos del arcaico rey Ramón García. El año elegido fue 2009. El emperador persa Jorge Javier se sentía fuerte por la consecución de un premio Ondas y, dispuesto a rendir el sitio de la medianoche del 31de diciembre, envió a la Puerta del Sol un ejército comandado por la guerrera choni-poligonera más sanguinaria de la historia, el epítome de la ordinariez, la Darío I del marujeo y los gases televisivos, es decir, Belén Esteban. La mítica comandante se presentó con un vestido azul eléctrico recuerdo de sus campañas por los Carrefour, una careta nueva que añadir a sus habituales máscaras del terror, y su voz chillona y sus lágrimas a flor del borde libre del párpado inferior como armas de destrucción masiva.
Advertidos de las intenciones del enemigo, La 1 optó por confiar su defensa a la brillante estratega ateniense Anne Igartiburu, que últimamente se había ganado una sólida reputación como guerrera pija de marca, experta en crónicas del corazón melifluas y cursis, notable experta en todas las tácticas pastelosas y afectadas. A pesar del frío reinante, la comandante del ejército de TVE llevaba sus hombros desnudos dando paso a un vestido rojo fosforito que potenciaba todos sus movimientos ofensivos. Con el sonido de las campanadas estalló la madre de todas las batallas entre chonis y pijas, el enfrentamiento que podría cambiar para siempre la historia de la televisión rindiendo el mundo a Telecinco o, por el contrario, obligándole a replegarse. Y en contra de todos los augurios, ganó Atenas, La 1, Igartiburu, con una victoria arrasadora sobre las huestes de la persa Esteban. Maratón tuvo lugar el día de San Silvestre. La 1 derrotó a la barbarie y pudo dar comienzo a sus siglos gloriosos. La Historia siguió su curso.
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