Cada noticia de cada telediario está diseñada (pero no destinada) para ser desmontada por la noticia posterior, por lo que cuando llega la información deportiva es casi imposible recordar nada. La torre Eiffel, construida para la Exposición Universal de 1889, sin embargo, estaba destinada (pero no diseñada) a desaparecer, pero finalmente se salvó, y ahí está viendo pasar el tiempo. Esto quiere decir que los telediarios diseñan sus contenidos de tal manera que una noticia sobre el divorcio de no sé qué infanta es capaz de sepultar el penúltimo atentado suicida en Irak, a pesar de que la información sobre el atentado suicida estaba destinada a durar más allá del fin de esa Exposición Universal. La torre Eiffel tuvo mucha más suerte que la guerra de Irak, aunque la torre nació para ser desmontada y la guerra para ser montada.
No sé si cambiar el orden de las noticias serviría de algo. Primero, los deportes y el tiempo. Al final, Irak y el escándalo doméstico que toque. La semana pasada, hasta los futboleros más futboleros terminamos hasta el gorro del partido Barça-Madrid, de la metafísica alrededor de Messi y de la física en torno a Ronaldo. El sábado, por ejemplo, el telediario de TVE-1 mostró durísimas imágenes de mujeres y niñas de la India quemadas con ácido por sus maridos y padres. Estoy convencido de que esas imágenes estaban destinadas a cambiar la vida de cualquier espectador con dos dedos de frente ética, pero el diseño del telediario se encargó de que olvidáramos el ácido a golpe de frivolidad y fútbol. Es cierto que, de vez en cuando, una noticia que nació para ser un adorno efímero en una Exposición Universal se queda con nosotros para siempre, pero no será el caso de las mujeres desfiguradas de la India. Como quiero seguir confiando en la naturaleza televisiva, quiero también creer que el problema de los telediarios no está en el destino de las noticias, sino en el diseño.
A lo mejor Luis Landero tiene razón y algún día el mundo estará gobernado por los poetas y a nadie le faltará nada, como a los pájaros. Mientras esperamos la llegada de los poetas, al mundo le hacen falta muchas cosas y necesitamos telediarios que lo digan en voz alta y que conviertan el ácido arrojado a la cara de una mujer en la torre Eiffel, es decir, en un monumento permanente.
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