Casi como Nani Moretti en la película “Caro diario”, paseo en una vespa imaginaria con forma de mando a distancia por las calles de la Roma televisiva y asisto a los cambios que ha experimentado el medio en los últimos años. El protagonista de “Caro diario” quiere hacer un musical sobre un pastelero trotskista en la Italia de los años cincuenta, pero mi paseo por esta abigarrada Roma llena de series perfectas, concursos majaderos, chismorreos patéticos, telediarios deprimentes, documentales exactos y películas sin alma no tiene más fin que el paseo mismo. Cómo hemos cambiado. La televisión fue durante mucho tiempo la bicha, el monstruo innombrable, el opio del pueblo, la bruja mala del Oeste yanki. Ahora, casi todo el mundo admite que la televisión es como Roma: caótica, contradictoria, imaginativa, cutre y, sobre todo, fascinante.
En “Caro diario”, un intelectual que no ha visto la tele en los últimos treinta años y que ha dedicado once años de su vida a estudiar el “Ulises” de James Joyce, se enamora de repente de la televisión al descubrir los culebrones. A la mierda James Joyce. Viva “Doña Bárbara” y viva “En nombre del amor”. No conozco casos parecidos al de este ex-estudioso de Joyce (mi abuela siempre me decía que los culebrones son mucho menos extravagantes que la vida), pero sí tengo dos amigas que, tras años de discusiones acerca del ser televisivo, me han dado la razón: se puede vivir sin ver la tele, pero es una vida peor. La gran revelación no les llegó tras escuchar mis argumentos, desde luego, ni después de una ración de “Los Soprano”, una dosis de “Redes” o una final de la Liga de Campeones. Los dos fenómenos televisivos que tiraron a mis amigas del caballo antitelevisivo fueron “Plutón BRB Nero” (La 2) y “Pushing Daisies” (Canal Plus). Los caminos del dios de la televisión son inescrutables.
Sirva este artículo como homenaje al surrealismo sucio de “Plutón BRB Nero”, la serie de Álex de la Iglesia que deja en ridículo a James Joyce, y como agradecimiento al surrealismo mágico de “Pushing Daisies”, ese cuento de hadas forense protagonizado por un pastelero llamado Ned. Ahora, queridas amigas, os dejo con Wollensky, Roswell, Ned y Chuck. Y ahora, caro diario, vamos a dar una vuelta por Roma.
2 comentarios:
Después del lío que se armó con el anterior comentario, es agradable leer uno tan delicado y sugerente. ¿Lo hacéis a proposito?
En serio, ¿lo hacéis a propósito?
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