En la serie “Cuadernos de viaje” (Canal Viajar), la viajera y pintora Elsie Herberstein recorre Namibia y, entre otras apasionantes aventuras, intenta aprender los rudimentos de un dificilísimo dialecto local. Después de muchos esfuerzos, Elsie ni siquiera es capaz de pronunciar correctamente alguna palabra, porque el dialecto exige complicados gestos imposibles para una viajera occidental. “Me falta algún músculo”, reconoce Elsie con tanto humor como resignación. Pero sus improvisados profesores enseguida matizan: “Tienes los mismos. Todos tenemos los mismos”.
Como Elsie, yo intento aprender los rudimentos de dificilísimos (al menos, para mí) dialectos televisivos, pero casi siempre acabo desesperándome y justificando mi falta de habilidad para hablar el mismo dialecto que los concursantes de “Gran Hermano” en que me falta algún músculo. Sin embargo, todos tenemos los mismos músculos. Con series como “The Beast (la Bestia)” (lunes, Canal +) me pasa lo mismo que a Elsie Herberstein con el dialecto namibio. Me falta algún músculo para entender a ese poli duro interpretado por Patrick Swayze. Me faltan músculos para contener la risa floja que me produce escuchar frases como “conozco gente como tú: su alma está en alquiler”. Me faltan músculos que me retengan en el sofá después de que el agente del FBI Charles Baker y el agente novato Ellis Dover saquen sus pistolones por quinta, sexta o séptima vez con una excusa a cual más absurda. Sin duda, todos tenemos los mismos músculos televisivos, pero mis músculos para hablar el dialecto granhermanesco y el dialecto del poliduroconpistolón deben estar más escondidos que los abdominales de Homer Simpson.
Y, sin embargo, “Gran hermano” me parece un concurso feo y “The Beast” me parece una serie hermosa. Será que Edgar Allan Poe tenía razón al decir que cuando hablamos de belleza no nos referimos a una cualidad, sino a un efecto. El efecto de los concursantes de “Gran Hermano” en ropa interior y hablando de estupideces es feísimo, mientras que el efecto del perfil del agente Baker recortándose en la noche es bello. Seguro que a Elsie también le parecía hermoso el difícil dialecto namibio, porque la belleza no es cuestión de músculos.
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