Un amigo, al que recomendé ver “Los puentes de Madison” para que recuperara la fe en el cine, me escribe muy enfadado porque acaba de ver en TCM “Harry el sucio” y no entiende cómo es posible que Clint Eastwood sea capaz de dirigir y protagonizar maravillas como “Los puentes de Madison” y, con alguna arruga menos, interpretar a Harry, un policía fascista. ¿Quién es el auténtico Eastwood?, me pregunta. ¿El fotógrafo que vive una historia de amor con Meryl Streep, o el policía que dice “vamos, alégrame el día” a un pobre diablo al que tiene encañonado con su freudiano Magnum 44?
La pregunta no tiene sentido. Mi sensible amigo, que se emocionó con “Los puentes de Madison”, no puede entender que Clint Eastwood-Harry el sucio esté deseando que un delincuente intente coger su arma para así poder reventarle la cabeza con su Magnum en legítima defensa. Los fanáticos de Harry el sucio suelen abominar del blandengue fotógrafo Robert Kincaid, y los que lloran con el final de “Los puentes de Madison” son enemigos acérrimos de las aventuras de Harry el sucio. Personalmente, “Harry el sucio” y “Los puentes de Madison” me parecen dos grandes películas, y creo que disfrutar con “Harry el sucio” no me convierte en fascista, del mismo modo que ver “Los puentes de Madison” no me transforma en fotógrafo del National Geographic. Mi amigo olvida, como todos los cinéfilos renacidos, que al igual que un filósofo es filósofo incluso cuando hace la lista de la lavandería, Clint Eastwood es Clint Eastwood cuando lleva poncho, reparte puñetazos en compañía de un mono, se convierte en un justiciero urbano con placa o fotografía los puentes de Madison. No existe el auténtico Eastwood. En todo caso, la cuestión es decidir qué Eastwood forma parte de la lista de la lavandería.
Diría que el Eastwood de “Duro de pelar”, esa película con puñetazos, mono y música country, forma parte de la lista de la lavandería del cineasta. ¿Quién es Platón? ¿El luchador que, según algunos, participó en los Juegos Ístmicos? ¿El autor de cantos y tragedias? ¿O el discípulo de Sócrates y fundador de la Academia? ¿Quién es Eastwood? Todos son Platón y todos son Eastwood. La ropa sucia es otra cosa.
Al igual que con los chistes, que me gustan desde los más finos a los de sal más gorda..., sin considerarme entendido en cine, sí soy un gran cinéfilo (o cinéfago, como se dice ahora) y disfruto mucho con el humor tosco y las tortas de Clint y su orangután, a la vez que me estremece y emociona la historia de amor en Los puentes de Madison.
ResponderEliminarEstos cambios de registro tan radicales en un actor sólo hacen que agrandar mi admiración y respeto hacia él.
Todo se puede ver desde distintos puntos de vista. Probablemente el marido de Meryl Streep en Los Puentes de Madison, preferirá a cualquier policía fascista antes que al fotógrafo que provoca la aparición de una importante cornamenta en su cabeza.
ResponderEliminarHay quien considera esa película una hermosa historia de amor, pero también se puede considerar como una sórdida historia de adulterio. A mí me parece simplemente una buena película, pero creo que entrar en consideraciones sobre la moral del director a la hora de elegir historias daría para una larga discusión.
(Llevo poco tiempo entrando en este blog, y me parece magnífico. Saludos.)