Resulta raro ver morir a Julio César (“Imperio”, Antena 3) en la noche de un domingo de agosto. Pero no porque el asesinato de César, sin la compañía de las palabras de Shakespeare, se convierta en un acto tan frío como el asesinato de los astronautas hibernados de “2001: una odisea del espacio” por parte del computador Hal 9000, sino porque agosto es, televisivamente hablando, un mes poco épico. Las bicicletas son para el verano y la muerte de César para Semana Santa.
Al igual que en el siglo XIX en el mundo occidental se originó una insaciable demanda de marfil para fabricar bolas de billar y teclas de piano, en el mes de agosto la televisión necesita colmillos de elefante para llenar horas de programación con la que distraer a un público ya muy distraído. Agosto es un mes de bolas de billar y teclas de piano disfrazadas de canción del verano, y el mundo clásico se convierte entonces en un elefante que se caza sólo para sacar provecho de sus colmillos de marfil. ¿Qué es la muerte de Julio César en agosto, sino un colmillo de elefante convertido en bola de billar? ¿Qué son las puñaladas de los senadores, la toga ensangrentada de César, el discurso de Marco Antonio o el ascenso de Augusto sino enormes colmillos trasformados en teclas de piano? El comercio de colmillos se convirtió en el siglo XIX en una importante actividad económica en África, y el comercio del mundo antiguo se convierte en una importante actividad económica en el continente televisivo en un mes de agosto tan poco épico como amante de las bolas de billar.
Mejor la muerte de César, aunque sea en el mes de agosto, que el apuñalamiento de un famosillo por parte de unos senadores a los que les importa un pimiento el bien de la república en uno de esos horribles programas de verano. Lo siento por los elefantes de la historia, que son los dueños de los colmillos y no tienen culpa de nada, pero prefiero a César convertido en bola de billar y a Marco Antonio transformado en tecla de piano que aguantar a Sandra Bullock en “Miss agente especial 2” (TVE). Al menos, las bolas y las teclas son de marfil, no de plástico.
Pues yo prefiero a Bullock que al menos distrae del calor. La muerte del César.. ¿cómo decirlo? Me plantería ciertas dudas y acabaría añadiendo a ver la película una búsqueda en internet sobre su vida y demás. En resumen, que con este calor prefiero adormilarme en el sofá mientras veo a Bullock haciendo de Gracie Lou Hart parte II (prefiero no hablar de ello) que ponerme a buscar información sobre el César. Pero es que a mí las películas históricas no me sientan bien...
ResponderEliminar