18/3/09
¡AY, AY, AY! HAY ALGUIEN AHÍ
Si Cuatro le hiciera caso a Les Luthiers sabría que a los telespectadores, como a los niños, hay que decirles siempre la verdad. A los telespectadores, como a los niños, no hay que asustarlos con cocos, brujas, ogros… todos temibles personajes imaginarios. Llegado el caso debería hablarles de cosas más reales: el lobo, una araña, una buena víbora… Parece mentira pero todavía hay cadenas hoy en día, en pleno siglo veintiuno, que estrenan series de miedo como “Hay alguien ahí”. Son como las mamás que dicen a sus hijos: “Mirá nené: si no tomás toda la sopa voy a llamar al hombre de la bolsa”. Señora cadena Cuatro… ¿y si el hombre de la bolsa tampoco quiere tomar la sopa?
Un servidor por ejemplo no piensa tomarse más cucharadas de “Hay alguien ahí”. Está sosa y me cansan las casas encantadas, me saturan las reuniones de adolescentes haciendo espiritismo en broma que acaban escarmentados, me hartan los perros que captan cosas que las personas no percibimos (a excepción de los ultrasonidos, claro), me cargan las niñas marisabidillas que ven fantasmas entre de la incomprensión general, me molestan los espíritus que no son capaces de decir claramente qué es lo que pasa pero pueden lanzar a una persona volando por una ventana, me fastidian los tíos con premoniciones que no saben cómo manejar su don… todos temibles personajes imaginarios. Llegado el caso deberían hablarme de cosas más reales como el Banco Mundial, una cumbre del G-7 o la sal (un gramo menos de sal al día evitaría en 10 años 220.000 muertes en EEUU. Ninguna casa encantada es más temible que tan salado asesino).
Algo bueno tiene “Hay alguien ahí”: está hecha por la misma productora de “Cuarto milenio”, pero, al menos esta vez no pretende, como hace el fantasma de Íker Jiménez, que nos creamos semejantes paparruchas.
La serie cumple con todos los tópicos de las pelis de terror. El problema reside que en una película, a la hora y media o dos horas de empezar, ya se acabó; mientras aquí, a base de capítulos, los sustos, que no es que sean gran cosa, acabarán por aburrir.
ResponderEliminarYo apuesto por un cameo de Iker Jiménez, lo eché en falta en el primer capítulo, en otro que se interprete a sí mismo poniendo cara de tolili mientras escucha la historia de los fantasmas. Sería la risión.
Un gag magnífico de les Luthiers el que ilustra tu post! Cada vez veo menos televisión, así que lo poco que sé es por tu blog y por la columna de Monegal en el Periódico... y te confesaré que cada vez la echo menos en falta. Compro las series, o las veo en digital cuando voy a visitar a mis dragones y se acabó.
ResponderEliminarSaludos!
Pobre Antonio Rico al que su trabajo le obliga a probar insípidas, y puede que venenosas, cucharadas de jarabes televisivos. Yo que tú pedía la baja por... depresión, que ahora está muy de moda y me ahorraba nombrar a toda esa panda de palurdos que tratan de imitar a la TV anglo-americana sin éxito.
ResponderEliminar¡Ay si Niles y Frasier levantasen la cabeza!
El Banco Mundial, los bancos en general, la cumbre del G-7... y la maldita-bendita sal... esas cosas sí que dan miedo y no estamos tan hartos de que nos expliquen bien de qué van las cosas.
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