Este año la serie “Farmacia de guardia” cumple 18 añitos. En 1991, las cadenas de televisión privadas acababan de inaugurar la lucha por la audiencia y una serie española demostraba por primera vez que podía ser un arma eficaz capaz de ganar una batalla cada semana. “Farmacia de guardia” cumple 18 años: si fuera un hombre podría votar y si fuera mujer se vestiría de largo (no se enfaden conmigo, es lo que dijo el hoy contertulio televisivo y por entonces portavoz del Gobierno popular Miguel Ángel Rodríguez cuando la Constitución cumplió 18 años).
Y tras haber alcanzado la mayoría de edad en esta época, la ficción nacional ha comenzado a arrasar. La ficción foránea sobrevive con dificultad en horario de máxima audiencia y sólo “CSI” y “House” (¡por muchos años!) mantienen el tipo. Aunque nunca faltó en nuestra parrilla, parece que la ficción nacional atraviesa un momento especialmente feliz y se realizan, emiten y estrenan más series que nunca ya sea en forma de adaptación de series extranjeras (“Doctor Mateo”), creación propia (“Pelotas”), revisión de formatos clásicos (como los grandes relatos en los que se inspira “Águila roja”), ficción con trasfondo histórico (las dos visiones del 23-F que vimos hace diez días) e incluso series incombustibles que son el spin-off de otras series incombustibles (“Aída”, dedicada a un personaje que ya no está procedente de “7 vidas”, una serie que ya no existe).
Si el éxito de la ficción nacional se debiera a un ataque de patriotismo audiovisual inspirado por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, debería pasar lo mismo en el cine. Pero no pasa: llenamos el carrito con 150 productos televisivos nacionales, incluido “Muchachada nui”, cuando compramos en el supermercado televisivo, pero en el expositor de “cine español” apenas cogemos un par de películas y nos marchamos a la sección de importación a completar el carrito.
No parece que seamos peores haciendo cine que televisión, así que esta diferencia puede deberse a que somos mejores viendo televisión que viendo cine nacional. Quien se siente identificado con la ficción nacional televisiva encuentra lo que le gusta en las cadenas generalistas, en abierto y gratis, pero no va al cine. Quien sí va al cine es un público que busca determinados productos y ha sido expulsado de la televisión generalista porque en ella sólo encuentra tópicos y costumbrismo. Así que cuando ve la tele en casa busca la ficción que le gusta en los canales temáticos de la televisión de pago, la compra en DVD o la descarga de Internet 24 horas después de que hubiera sido estrenada en EEUU. De momento es una minoría, pero la ficción nacional debería tenerla en cuenta: la constante fragmentación del mercado televisivo nos está acercando a un escenario en el que el público es cada vez menos una masa homogénea y más un conjunto heterogéneo de minorías con criterios y gustos diferenciados.
Fuma negro sucio blanco, producto nacional, fuma negro sucio blanco, tralaralará, cantaban los grandes chicos de Siniestro Total. Aprendamos la lección. Veinticinco años después estamos dejando de fumar y quien fuma producto nacional fuma rubio.
1 comentario:
Justo hoy en la ducha pensaba en lo mucho que desaprovecha la televisión a los buenos actores. Quien haya visto a Luis Merlo en la obra de teatro Arte estará completamente de acuerdo conmigo.
Hasta hace no mucho no sabía que esto fuese así. El caso es que desde que me di cuenta de ello, entiendo mucho mejor a mi tia, que en la tele sólo ve las noticias y el deporte, y lo demás lo ve en un curso de cine en el que lógicamente no se ven superproducciones americanas. Se ven películas completamente desconocidas, que no fueron pensadas para ser taquillazos ni reportar ganancias, sino para ser autenticas obras de arte.
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