Si una crítica televisiva os mandara hacer Violante, tendríais que tomar un aspecto relevante de un programa y formaros un juicio que un lector pueda comprender y, tal vez, compartir aun en el caso de que éste que no haya visto el espacio en cuestión. No se preocupen: no es tan difícil. Lo que algunas veces resulta un poco complicado es escoger cuál es ese elemento relevante, el aspecto del programa al que dirigir la mirada que dé coherencia y estructure la crítica televisiva.
Con la vuelta de María Teresa Campos a la televisión matinal pasa eso: se dan tal número de circunstancias que uno corre peligro de quedarse indeciso sin saber en qué fijarse. Puede escoger que Campos vuelve a la mañana, a la franja de programación en que predomina el marujeo, pero puede elegir fijarse en que lo hace al frente de “La mirada crítica”, un programa informativo que la aleja del cotilleo. Puede considerar que empezó muy fuerte entrevistando nada menos que al Presidente del Gobierno, aunque también puede apuntar a que empezar tan arriba condena a una inexorable cuesta abajo en la importancia de los personajes invitados. Puede decir que empezó ganando en audiencia a sus competidoras, pero también puede hacer notar que la diferencia con el “Espejo público” de Susana Griso no fue tanta como cabría esperar viendo el invitado de relumbrón con el que arrancó Campos. Puede indicar que sin venir a cuento echó de su puesto a Vicente Vallés pero también que se deshizo en elogios hacia él y su trabajo.
Menos mal que hay algo que despunta por encima de todo lo demás: lo bien que le salió la jugada a Telecinco. Primero el enfado de Campos con la cadena, los insultos que lanzó a Paolo Vasile (consejero delegado de Telecinco), la reconciliación con ramo de flores, el feliz reencuentro y al final la cara de tonta que le queda a Antena 3 viendo que por primera vez están al mismo lado de la trinchera Campos y Ana Rosa Quintana. Y ya no se disparan entre sí. Ahora ambas disparan contra ella.
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