23/9/08
BRITISH HUMOUR
No es el sketch más ácido, pero es uno de los más deliciosos. Katy Brand imitando a Mariah Carey con el tema "Conozco una canción que te pondrá de los nervios".
Rápido, hay que conducir urgentemente una investigación para averiguar qué pelotas pasa en el Reino Unido para que produzcan sin parar programas de humor devastador. ¿Esos desayunos a base de mojar pollo tikka masala en el colacao incorporan algún alucinógeno desconocido que es también responsable de los bailes de las canciones de las películas de Bollywood? ¿Es una formación reactiva por haber sido la cuna del glam rock y contar con Gary Glitter como hijo predilecto? ¿La explicación está en la disciplina inglesa, en la reina madre, en los tabloides que reproducen los testimonios de habitantes de Spennymoor secuestrados por extraterrestres parecidos a Amy Winehouse? Todavía estábamos recuperando la sensiblidad en las mandíbulas, levantándonos del suelo con agujetas en el adbomen, tras la última temporada de "Little Britain" disfrutada en Canal+ cuando el sábado pasado conectamos la cadena de pago y el descodificador nos arreó otro sopapo británico de humor exageradamente ácido que nos empotró en la pared. Se llama "El show de Katy Brand" y es tan corrosivo que hasta huele.
Hubo un tiempo en que el sintagma "humor inglés" era sinónimo de "humor sutil". Ja, ja, qué risa. Desde hace algún que otro lustro el humor inglés es sencillamente sinónimo del humor más pasado de tuerca que imaginarse pueda, la mezcla a partes iguales de una crisis maníaca y la venganza tardía contra Margaret Thatcher. Se trata de calentar el horno hasta que arda, de soplar el globo hasta que reviente, de apretar el acelerador hasta que la aguja señale el cartelito "¿está usted loco?" mientras el conductor ríe con una risa que simula ser ironía fingida haciendo como que es sarcasmo disfrazado de parodia. Es urgente, créanme, hay que saber qué pelotas pasa en el Reino Unido para que sean el único país de la Confederación Galáctica que hace este tipo de programas. Hay que averiguarlo, extraer la clave del pollo indio, del rock hortera o de la prensa amarilla, y después fumigar toda España con ese principio activo.
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