¿Puede una tele finita albergar en su interior una serie infinita? Santo Tomás de Aquino diría que no: ni nuestra mente finita puede contener la idea de un ser infinito ni una tele finita puede albergar una serie infinita. Pero es que él vivió en el siglo XIII y no conocía “Yo soy Bea”. En Telecinco parecen dispuestos a entrar en ese libro de excesos que hay en inglés emitiendo una serie infinita que deje sin palabras a Santo Tomás, que para eso le llamaban el buey mudo.
Según el teorema de los infinitos monos, si un número infinito de monos pulsara teclas al azar en una máquina de escribir, necesariamente acabaría apareciendo cualquier texto, por muy improbable que esto pareciera. O sea, los monos serían capaces de escribir la Biblioteca de Babel que un día imaginara Jorge Luis Borges. Podemos formularlo de otra manera: en un culebrón desfilan los capítulos sin apenas avances en el guión, pero si hubiera un culebrón infinito, en él acabarían ocurriendo infinitas cosas, de tal modo que pasaría de todo, por muy improbable que esto pareciera.
¡Oh dioses! ¿De verdad en “Yo soy Bea” acabará ocurriendo de todo? ¿Oiremos en las sobremesas de Telecinco el discurso de Hamlet? ¿Huirá Eneas de Troya? ¿Morirá Chanquete? Sí, pero eso no es nada al lado del problema gordo al que se enfrenta la serie. Bea está comenzando su proceso de cambio de imagen sustituyendo la cola de caballo por melena. Al paso que va, cuando termine de arreglar la dentadura, de cambiar las gafas, las cejas, la ropa… el canon de belleza habrá cambiado y Bea nunca conseguirá ser guapa. Por ejemplo, como esta tontería de los tatuajes vaya a más, Bea tendrá que pasarse varias inversiones del polo magnético terrestre tatuándose el cuerpo con infinita lentitud. Y pon tú que, por esos caprichos de la moda, empieza a pensarse que Rubens era un tibio y vuelve a pitar la Venus de Willendorf. ¿Sabrán los monos escribir un nombre tan raro?
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