4/3/08

¿QUÉ MIRAS?

La serie “Aída”, en Telecinco, fue el programa más visto del domingo. Aunque la boda del Luisma y la Macu haya dejado en la cuneta otras famosas bodas audiovisuales como la de “Ana y los 7” o la de “Médico de familia”, no hablaremos de eso. Hoy no haremos crítica de televisión. Nos limitaremos a usar las palabras como si fueran la esclerótica de nuestros ojos, que bastante es.

Dice Desmond Morris que el hombre es el mono desnudo, pero hay otras maneras de referirse a nuestra especie de forma aún más desconcertante: de 81 especies de primates, sólo nosotros tenemos blanco el blanco de los ojos (la esclerótica) de forma que contrasta enormemente con el color de la piel que rodea al ojo. Además, esto facilita que, a su vez, destaque el iris. Así, nuestros congéneres saben dónde estamos mirando. Mirar no es un acto privado, sino público. Somos flechas que apuntamos con la mirada, animales sociales que nos comunicamos con sólo echar un vistazo. A Polifemo le bastaba con un solo ojo porque los cíclopes eran seres solitarios que no tenían miradas que mirar.

Como los ojos, los índices de audiencia dicen lo que se mira, y, a la vez, invitan a mirar. Lo que fue una estrategia adaptativa para facilitar la supervivencia de una especie social y cooperativa, hoy nos tiende trampas. Pero a veces, como el domingo, vale la pena mirar donde miran los demás. Se han realizado experimentos en los que se comprobó que los primates siguen la dirección de la cabeza, mientras que los niños siguen la dirección de la mirada. El área visible de nuestra esclerótica es tres veces mayor que la de un enorme orangután. El domingo cuatro gatos veían “Cuarto milenio”. La mayoría apuntaba en dirección a “Aída”. Estas palabras sólo pretenden ser el amplificador de esas miradas. La esclerótica: el blanco de nuestros ojos que muestra cuál es el blanco de nuestros ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya ves, hay quien quiere ser el blanco de todas las miradas, y ahora resulta que lo bonito de verdad sería ser el blanco del ojo; no el objeto de deseo, sino el marco que da realidad al deseo y al objeto.