Nos la jugamos, pero ahí va: hace falta otro programa de cazatalentos. Proponer esto es una blasfemia mayor que decir la palabra “Jehová” en “La vida de Bryan”, pero antes de lapidarnos les rogamos que sigan leyendo. No pedimos otro programa de cazatalentos en el que los concursantes sepan cantar, sepan bailar y sepan la tabla de multiplicar. De eso ya estamos servidos. Lo que hace falta es un programa que cace los talentos que realmente necesitan los programas de cazatalentos.
Un bailarín, guaperas, polémico y capaz de enamorar a los espectadores está bien para un programa de baile, pero nada más. Una cantante, guaperas, polémica y capaz de enamorar a los espectadores está bien para un programa de canciones, pero nada más. Hasta los humoristas, magos y tragafuegos guaperas, polémicos y capaces de enamorar a los espectadores están bien para un programa en el que busquen a quien tiene talento para decirle tú sí que vales. Pero nada más. Y si algo nos enseña este género televisivo es que lo verdaderamente importante no son los concursantes, sino los miembros del jurado y los profesores.
Por eso hace falta un programa cazatalentos en el que participen aspirantes a jurado y profesores. Tipos que sepan hacer que parezca que van a votar una cosa y voten otra, que se agiten por cualquier cosa, que sean más histriónicos que Boris Izaguirre, que repitan alguna palabra rara muchas veces, que gesticulen como posesos, que pongan caras de asombro para que la cámara los enfoque todo el rato, que sean muy buenos o muy malos o muy cualquier otra cosa pero con un perfil muy reconocible para que los espectadores sepan quién es el bueno o el malo o el cualquier otra cosa.
¿Por qué tiran piedras? ¿Sólo por pedir otro programa cazatalentos? Vale, pues ya que la lapidación es inevitable, nos despacharemos a gusto: ¡Jehová! ¡Jehová! ¡Jehová! ¡Jehová!
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