En el duelo a la sombra que se produjo en las alcantarillas entre el PP y el PSOE para negociar tanto la existencia de debates electorales (¿los habría o no?) como su esencia (¿cuáles serían las características que debían tener?), uno de los asuntos discutidos fue si se harían en cadenas públicas o privadas. Da pereza entrar ahora en los vericuetos de las razones (confesadas o no) de unos y otros, pero sí es fácil entender por qué Antena 3 y Telecinco, al principio muy interesadas en los debates, han decidido no emitirlos: dirán lo que quieran sobre su defensa de la democracia y la independencia periodística, pero lo que de verdad les preocupa es quedarse sin audiencia. Cuando se emite el mismo mensaje institucional en todas las cadenas (como pasa con el mensaje del Rey en Nochebuena) los espectadores prefieren verlo en La 1. Se han borrado porque la multidifusión de los debates en públicas y privadas las deja de segundonas. Antena 3 dio anteayer un paso más: organizó su propio debate entre Solbes y Pizarro, convencida de que es mejor ser cabeza de ratón que cola de león.
Y lo veía uno y no daba crédito. ¿De verdad quieren ganar audiencia organizando debates sobre algo tan árido como la economía? ¿Pretenden cautivar al personal con dos debatientes a cual más taciturno, pausado y monocorde? ¿No vieron que ya empezaron diciendo que no habría insultos y eso es tanto como arrojar a los espectadores en brazos de la competencia? ¿Querían que nos engancháramos viendo cómo educadamente respetaban los turnos, cumplían los tiempos y empezaban cada intervención diciendo “muchas gracias” al contrario? El encanallamiento del medio se debe, dicen, a que estas cosas no interesan a nadie y es el público el que demanda más cotilleos, “Supervivientes” y “Gran hermano”. Pero el debate más antitelevisivo de la historia fue el programa más visto del día. Algo no es como nos cuentan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario