Ay que ver, ¡qué rapidez!, ¡qué coordinación!, ¡qué eficacia! En cuanto Nicolás Sarkozy enseñó la suculenta tarta que quería repartir, saltaron como resortes y abrieron unas bocas enormes reclamando su parte. Así son las cadenas privadas en España: como los estorninos.
Dice el presidente francés que desea “que se reflexione sobre la supresión total de la publicidad en las cadenas públicas”, y antes de que a nadie le diera tiempo a reflexionar nada de nada, ya estaban nuestras cadenas privadas con el pico abierto de par en par. Y, vaya por Dios, lo hacen justo a la vez que unos investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas han descubierto que, en el nido, las crías de los estorninos son capaces de priorizar el desarrollo de las boqueras de las comisuras del pico con el fin de conseguir más alimento. Ya es casualidad: mientras unos pájaros quieren más cebas, otros reclaman un trozo cada vez mayor de la tarta publicitaria.
Uno hubiera preferido reflexionar de otra forma sobre las declaraciones de Sarkozy, fijándose en que suenan bien porque dice buscar la calidad y el servicio público de la televisión pública. Pero no pudo ser. Antes de que uno pudiera decir ni pío, ya estaban graznando nuestras cadenas privadas, enseñando sus enormes bocas abiertas, y pidiendo que la tele pública dejara de picotear en la tarta publicitaria. No lo hacen porque quieran que los ciudadanos dispongamos de una tele pública que no busque la comercialidad y no emita publicidad. Pretenden arrinconarla y quedarse con todo el negocio, lo que pondría a sus disposición 700 millones de suculentos euros más al año. Lo único que tendrán que hacer entonces es abrir bien el pico, tragarse todo el pastel, predigerirlo, y regurgitarlo a trompicones en la garganta de sus espectadores. Y tragaremos, vaya si tragaremos.
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