Una noche de tele perdida. Nos armamos de paciencia para ver “Enigmas. Historias inexplicables” que La 1 emitió la noche del viernes, pero fue en vano. Aquello sólo fue un popurrí de los lugares comunes mil veces recorridos por el gremio de especialistas en marear la perdiz. No trataba, como decía, sobre los misterios que desde siempre han llamado la atención, sino sobre los que porque sí escogió el padre de la criatura, Javier Sierra, que para eso vive de estas cosas. Faltaron por ejemplo, las hadas que hace un siglo tenían tantos defensores y ahora (que han sido sustituidas en el corazón de los ingenuos por los extraterrestres) no dan ni para una carcajada. Y sobraron los sanadores de Brasil, una forma de engaño que se practica por todo el mundo en diferentes versiones, y del que no se puede decir que “siempre ha llamado la atención”, porque es bastante reciente, si no es mintiendo. Como sobró la Sábana Santa, fabricada, tal y como demostró la prueba del carbono 14, en la Edad Media, en una época en la florecía la industria de las reliquias. En fin, igual que sobró todo, porque, como nos temíamos ni descubrió, ni demostró, ni explicó nada. Incluso cuando hilvanaba un enigma con otro lo hacía mal: el terror al fin del mundo del año mil no tiene nada que ver con la persecución a las brujas, que es muy posterior.
Sierra se limitó a pasar viejas grabaciones, testimonios de dudosa validez y recreaciones dramatizadas de antiguas historias. Todo ello aderezado con la molesta puesta en escena habitual en estos productos y el cargante abuso de términos y frases que ni afirman ni niegan, pero permiten darlo todo por válido. Prometió “preguntas que tendrán respuesta” y no lo cumplió. Con lo fácil que es: ¿Se cumplen las profecías de Nostradamus? No, pero muchos viven de ello. ¿Genera la fe poderes extraordinarios? No, pero muchos viven de ello. Ya ven, una noche de tele que se puede resumir parafraseando a Supertramp: “Investigación, ¿qué investigación?”.
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