Navidad, paz y amor. Estas navidades en Rusia han prohibido unos anuncios que proclamaban que no existe Ded Moroz (versión rusa de Papá Noel). Imaginen el revuelo que montaron los padres rusos cuando vieron que sus insensatos hijos decían en su corazón: “Papá Noel no existe”. Hasta san Anselmo de Canterbury se revolvió en su tumba.
Lo mejor es que la prohibición se justificó diciendo que si los niños se enteraban de la realidad por los anuncios, quedaba dañada la credibilidad de los padres que son quienes les hablan de Papá Noel. Es el único caso en la historia en el que se castiga a la publicidad no por engañosa, sino por decir la verdad. Por supuesto, hacen bien en prohibir semejantes anuncios, pero se equivocan al querer preservar la credibilidad de los padres. El bien que hay que proteger es la credulidad de los niños, que debería durarles toda la vida. Los adultos crédulos son ciudadanos más manejables que los escépticos que piensan que los anuncios, y la tele por extensión, no deben creerse siempre. Ahí está el caso del ministro de Sri Lanka que asaltó la emisora estatal de televisión para pegar al jefe de informativos que no le había sacado en las noticias inaugurando un puente. ¿Cómo iba a creer entonces la gente que lo había hecho él si no lo veía por la tele?
Así llegamos al caso de Francia, que censuró un anuncio en el que salen dos hombres en la cama para advertir de los peligros de una enfermedad de transmisión sexual. Bien hecho: semejante imagen ofende las buenas costumbres, porque es por todos sabido que las conductas, actitudes y gestos de contenido sexual deben reservarse para anunciar cualquier cosa, música o refrescos, coches o patatas fritas, pero nunca, nunca, algo relacionado con el sexo. Además, ¿qué iban a decir los Reyes Magos o el niño Jesús si vieran algo así?
1 comentario:
Que las tetas se muestren en un anuncio de coches nos parece lo más normal del mundo, pero si aparecen en feliz compañía... ¡qué escándalo, Señor!
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