En contra de lo que se creía, el ser humano tiene una capacidad limitada para poder soportar programas de castings. Se acaba de publicar en "Proceedings of the American Academy of Babayous Findings". Investigadores de la Universidad de Duke han descubierto que nacemos con un grupo de neuronas situadas en el hipotálamo proximal especializadas en proteger al organismo de los letales efectos de los programas de castings. Esas neuronas, llamadas NCA a partir de las siglas de "neuro castings antagonistics", van muriendo casting tras casting hasta desaparecer. A partir de ese momento la visión de chicas que cuentan dramáticas historias de superación personal para justificar que su única esperanza en la vida pasa por ser famosa cantando, o ser famosa bailando, o ser famosa haciendo pedorretas con el sobaco, hace que el sistema nervioso del espectador entre en un proceso degenerativo irreversible. Te comienzan a gustar "Escenas de matrimonio", te interesas por los temas de "El diario de Patricia", ves a Silvia Jato y no zapeas.
Yo he alcanzado ese punto. Por motivos profesionales me he comido los castings de "Operación Talento", "Tienes Triunfo", "Super X" y "Factor Modelo 2007". Ah, y "El rey de la comedia". Las últimas NCAs que me quedaban las he malgastado mirando de reojo los castings de "Fama - A bailar". A partir de ahora ya no me quedan neuroantagonistas de los castings por ningún lado. Asoman por el horizonte nuevos concursos de talentos antenatresianos y telecinqueros. Todo apunta a que 2008 estará lleno de ellos, pero ya no me van a tener a mí como espectador. No es un propósito para el año nuevo, es una estricta orden médica. Una imagen más de un jurado que inicia una frase en tono lúgubre para desanimar a un aspirante y la termina radiante comunicándole de que ha pasado a la siguiente fase y peligrará la vida del artista. Y no me estoy refiriendo al aprendiz de cantante, de actor, de modelo o de cómico. No, no, me refiero a la vida del artista crítico de televisión. Vamos, a mi vida.
Recientes estudios en el campo de la Psiconeurolingüística (más recientes aún que los de la Universidad de Duke, éstos desarrollados por un grupo de investigación independiente financiado de forma privada compuesto de investigadores de la University of Oviedo, para que luego digan de la fuga de cerebros) han sacado a la luz la existencia de un neurotransmisor que estimula la capacidad del habla en situaciones de elevada ansiedad. El estudio es denso y su desarrollo escapa a mi limitada capacidad de comprender la jerga del gremio, pero sus conclusiones parecen claras. A todos nos es familiar esa situación de gran sorpresa que nos deja sin habla, sea debido a un estrés positivo (eutrés), por ejemplo que nuestro novio por fin se nos aparezca con ese codiciado anillo de Bulgari, o a un estrés negativo (distrés), como por ejemplo que el codicioso de nuestro novio se nos desaparezca con alguna vulgar zorrilla. Pues resulta que determinadas personas, el estudio presume que por razones genéticas aunque sobre eso también se podría investigar y mucho, poseen un neurotransmisor específico, que han venido a llamar, a falta de nombre mejor, "capablonina", capaz de estimular el centro del habla del cerebro en esas situaciones en que el estrés, de alguna manera, lo ha bloqueado. Esta maravillosa peculiaridad genética, congénita, adquirida, heredada, contagiada o loquesea que poseen determinados seres humanos es la que permite que existan estos grandes críticos de televisión que, a pesar de todos los horrores petrificantes y medusianos de los que día tras día y noche tras noche son testigos indefensos y asustados, sean capaces al día siguiente de, oh maravilla, narrarlos. Gracias, Señor, por estos pequeños placeres y sobre todo por estas pequeñas venganzas. Gracias por permitirnos subyugar el látigo que nos azota bajo la fuerza de nuestras palabras. Gracias porque nos han humillado, nos han despreciado, nos han insultado y vejado y ridiculizado y lo peor de todo nos han jodido todas las sobremesas de nuestra vida hasta el mismo día de nuestra muerte, pero aún así seguimos temblando como carroña al pie del cañón, en nuestro puesto, como soldados de infortunio, mojados y sucios pero en pie, a través de estos Elegidos poseedores de capablonina que con su superioridad genética o loquesea nos representan a todos en esa lucha contra catástrofes inenarrables para cualquier otro simple mortal. Pero cuidado, porque el estudio también apuntaba que, al igual que otros neurotransmisores relacionados con el estado de ánimo son muy sensibles a la luz o falta de luz (de todos es conocido el Síndrome de Locura Polar, causado por la exposición a unos ciclos de luz día/noche anormalmente extremos, y si no ved “Doctor en Alaska” cuyo título original es “Northern Exposure”, o sea, “Exposición al Norte”) la capablonina (creo nunca me acostumbraré a ese nombre) es muy sensible a la estimulación audiovisual. Y esto apoya y amplía el estudio de los investigadores de la Universidad de Duke, uno de los síntomas del proceso neural degenerativo que comienza cuando se pierden todas las NCA sería la pérdida irremisible de la capablonina, con las nefastas consecuencias que eso supondría.
ResponderEliminarPsiconeurolingüística, eutrés y distrés, horror medusiano, temblor de la carroña, "Exposición al Norte". Venga, Turanga, escribe otro texto con dos o tres señas de identidad más y termino la partida de "Quién es quién".
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